Parte 1. La tormenta

 Hace un tiempo que deseaba escribir un artículo impopular y políticamente incorrecto. Dirían los expertos en psicología que es una forma de “soltar lastre”, curioso término por cierto, que hace referencia a una maniobra marina ejecutada para evitar el hundimiento, avanzar más deprisa o ambas cosas. Debo aclarar, antes de empezar, que he tenido la suerte de conocer a músicos maravillosos.

Pues bien, volviendo al título de este artículo, a las mentiras y desaciertos con los que se ve atacada hoy en día la música en general, y el jazz en particular, no puedo más que sentir cierta perplejidad cuando escucho y veo la gran cantidad de músicos dedicados a tal menester.

En cierta manera, el término jazz parece englobar actualmente a muchos estilos que no tienen que ver con la tradición de la música clásica europea. Así pues, en conversaciones coloquiales, podemos oír habitualmente a todo tipo de artistas que se definen como especialistas en algún estilo, entre ellos el jazz. Algunos de ellos incluso dan conciertos y clases particulares a ávidos estudiantes con poco conocimiento y ganas de aprender algo que no suene a Bach ni a Mozart, compositores (como todo el mundo sabe) rancios y pasados de moda…

Es pues, como si este estilo se hubiese convertido en un gran contenedor donde todo el mundo tiene cabida y derecho auto impuesto para quedarse .

No es en absoluto infrecuente que te digan: “Tú suenas raro o diferente… debes ser seguramente un músico de jazz” . Al fin y al cabo vivimos en un mundo globalizado donde la información se mueve e intercambia rápidamente y en el cual las opiniones personales de cualquier tipo, aunque sean falsas, pueden llegar a  convertirse en “verdad” o cuando menos poner en duda cualquier otro criterio fiable y contrastado, previamente establecido. La música y el arte en general se ven pues afectados por miles de opiniones, comentarios y “ejecuciones” diversas que tratan de erigirse en “leyes” o guías para otros artistas y público más o menos entendido en la materia.

Nos encontramos pues con al menos dos problemas claros:

  • Primero: la dificultad del público en general para discernir elementos técnicos (no es su obligación) u obtener referencias fiables de la música que les ayude a posicionarse sobre este tema.
  • Segundo y el que más me importa: el desconocimiento consciente o inconsciente de algunos “artistas de jazz” con respecto a su trabajo, lo cual me resulta a veces verdaderamente aterrador.

Para que todo el mundo me entienda: toda música tiene una historia y tradición que conforman sus cimientos, y todo desarrollo posterior tiene como base ese vasto conocimiento que  sustenta la evolución y desarrollo no solo de la música, sino de que cualquier disciplina artística en general, ya sea pintura, literatura, arquitectura, etc. Las excepciones a esta regla son escasas.

Pues bien, resulta curioso que muchos autodenominados músicos de jazz ignoren este precepto, incluso con cierto desdén. En conversaciones con algunos de ellos, el alarde técnico o social resulta a veces una prioridad ineludible, pero sin embargo apenas pueden balbucear un standard de jazz de memoria, y eso incluye (para los profanos en la materia) melodía y estructura, armonía, transcripciones de algún “grande” del jazz, análisis, comprensión y desarrollo de todos los elementos anteriores, información adicional extra (histórica, estilística, auditiva) y en resumen, todos los elementos relacionados con la materia que te ayuden a formar una idea adecuada del tratamiento musical que el standard en cuestión se merece.

Claro está, es mucho más fácil calificarse a uno mismo como “avantgarde” y pensar: “no necesito todo eso porque compongo mis propios temas o simplemente estoy creando algo nuevo que no se puede comparar con nada”, o algo peor todavía: “no necesito todo eso “rollo” porque yo toco la batería”, o yo toco el bajo, o yo toco…los cojones, que diría mi amigo…(mejor omito el nombre).

En este punto del artículo es cuando me veo obligado a hablar de tres tipos de músicos: los “alumnos”, los “intérpretes profesionales” y los “profesores” (a veces todos son la misma persona).

Pues bien, en algunos casos, en estos colectivos suceden cosas muy curiosas:

  • Los profesores recurren a veces para tapar su falta de criterio a ejercicios imposibles o inútiles no relacionados con el estilo o incluso peor, sus clases se orientan para conseguir adeptos a su propia persona y método como si de una secta se tratara, y ellos fuesen los gurús espirituales, formando al final grupos de chavales con tendencia al aislamiento social.
  • Los intérpretes por su parte caen muchas veces en los errores anteriormente relatados y se afanan en juzgar los trabajos de los demás en vez de los propios.
  • Los alumnos, en muchos casos, están más pendientes de encontrar la varita mágica que los transforme en genios de la música que de estudiar. No es necesario en los tiempos que corren tanto estudio, si no sabe algo se consulta en internet y ya está…

A los tres les une una cosa en común: les encanta el “estatus social” que les proporciona calificarse como músicos de jazz, un esnobismo típico de nuestros tiempos que te posiciona por encima del resto de los mortales.

Pues bien, en mi opinión y en la de muchos otros, Louis Armstrong, Duke Ellington, John Coltrane, Art Farmer, Dexter Gordon, Ella Fitzgerald, Django Reinhard y muchos otros, eran genios de la música y todos tenían algo en común: humildad, respeto por su trabajo, perseverancia, talento y amor incondicional por la música en general y el jazz en particular.

El legado de la tradición jazzística que nos es otorgado, es un regalo maravilloso que debemos cuidar, preservar y desarrollar, pero es hora de empezar a tratar la música como se merece, no como una gran mentira usada al servicio de intereses personales, sino como una forma de expresión artística única, en la que la pureza de la música se antoja suficiente como intermediaria entre el ser humano y su propia alma.

Mis disculpas al público en general y a todos los artistas que aman su trabajo, no por la redacción de este artículo, sino por todos los errores cometidos a lo largo de mi carrera musical.

Parte 2. La calma

Me gustaría dedicar esta segunda parte a desarrollar contenidos didácticos muy sencillos que seguramente te resultarán de más provecho que lo relatado anteriormente.

En concreto, nos centraremos únicamente en parte de los recursos técnicos que nos ofrece esta composición.

Se trata de analizar un fragmento de una melodía y destacar la importancia de la misma en el estudio diario para un músico. El fragmento en concreto pertenece a la famosa composición de Billy Strayhorn “Take the “A” Train”, registrada en el año 1939.

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Como podéis observar es una melodía muy sencilla que responde al típico patrón de pregunta (4 primeros compases) y respuesta (4 siguientes). Lo primero que tenéis que hacer es transportarlo de memoria a todos los tonos. Resulta una tarea imprescindible.

Desde el punto de vista técnico, el fragmento musical contiene a simple vista ciertos elementos de obligado estudio con vuestro instrumento. La asimilación y dominio de éstos, serán de gran ayuda en el posterior desarrollo de la improvisación.

Los elementos a desarrollar son los siguientes:

  1. Tríadas mayores
  2. Extensión del acorde dominante (#11)
  3. Extensión del acorde dominante (9, 13)

 

  1. Tríadas mayores

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La lectura de este fragmento me sugiere varios estudios que debo desarrollar y transportar a todos los tonos:Captura de pantalla 2018-05-12 a las 20.49.46.jpg

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  1. Extensión del acorde dominante (#11):

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(Intercambio modal dentro del fragmento). Me sugiere varios estudios:

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  1. Extensión del acorde dominante (9,13) y cromatismos hacia distintos grados del mismo:

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Me sugiere el desarrollo de varios estudios:

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Los ejercicios que acabas de ver son algunas de las propuestas que se me ocurren y que yo trabajaría, aunque las posibilidades de esta melodía son muy extensas. Todos estos recursos técnicos guardan evidentemente una relación con los recursos armónicos y rítmicos. Éstos últimos merecen un apartado aparte que deberás también asimilar, comprender y desarrollar.

Toda la información que aparece en este artículo carece de importancia sino escuchas música, en concreto, y relacionado con este artículo, todas las versiones que encuentres de “ Take the “A” Train”, en especial las interpretadas por Duke Ellington.

Salud y buena música para todos.

Roberto Somoza